Confesionario Digital

miércoles, 18 de abril de 2012

Se vende...

Era un ático hermoso, de principios de siglo, con una terraza colmada de azaleas. El tupido manto de flores que pendía sobre la cornisa del piso de abajo como una verbena de colores lo convertía en la admiración de todos los vecinos de la calle. Se comentaba que su dueña era una vieja chiflada que hablaba sólo con sus zaleas.

Lara, que vivía dos portales más abajo, levantaba siempre la cabeza al pasar por aquel lugar. Se sentía fascinada y enamorada de ese ático. En el fondo de su corazón guardaba la remota esperanza de ver colgado algún día un cartel que anunciara su venta.

Tuvieron que pasar cinco años hasta que un día alguien colgó entre las azaleas el cartel de "Se vende" y un número de teléfono. Lara volvía de su trabajo y, como de costumbre, levantó la vista. Se paró en seco, no podía creerlo. La casa de sus sueños estaba en venta. Apuntó el teléfono y voló a su apartamento. Atropellada, se lo contó a Nuria y ésta más racional, trató de tranquilizarla:

- ¿Has pensado que quizá no tengamos dinero para pagarlo? Es probable que la casa por dentro no te guste o que esté en mal estado. No conviene precipitarnos.

Pero Lara, absorta y subyugada por la emoción, ya estaba marcando el teléfono y concertando una cita. La voz de la anciana respondió al otro lado de la linea:

- Vale Larita, muy bien, entonces te esperaré mañana a las cinco.

Lara colgó algo confusa. Esa señora, le había llamado Larita. Así sólo la llamaba su familia más allegada y le había costado treinta años conseguir quitarse el diminutivo. Nuria no le dio importancia, pero Lara se acostó turbada esa noche.

A las cinco en punto llamaron al timbre. Al abrirse la puerta, Lara respiró un olor que le resultaba familiar. Recorrieron un pasillo que desembocó en un comedor. Lara se quedó muda cuando se vio a ella misma, de pequeña, en muchos de los retratos que se acomodaban en el aparador. Nuria la sujetó por los hombros en intentó encontrar alguna explicación lógica. Fue entonces cuando la señora pronunció:

- Larita, soy yo, la abuela.

- Mi abuela murió cuando yo tenía diez años, respondió Lara.

- No, cariño. Tu padre te dijo eso después de una discusión y me prohibió volver a acercarme a ti. Llevo años esperando este momento. Compré este ático cuando te trasladaste al barrio después de tu boda y lo colmé de azaleas porque son tus favoritas. Me alegra ver tu carita cada día cuando te detienes a mirar esta terraza y sabía que el cartel sería un reclamo para ti. Querida, me estoy muriendo y quiero que este ático sea tuyo. Quizá, una vez muerta, tu padre me perdone mi pecado.

- ¿Que pecado?

- El de haberte querido más que si hubieses sido realmente mi nieta. Más que a los que tú has considerado siempre tus verdaderos hermanos. Pero ahora hijita, siéntate y merienda estas migas con chocolate que he preparado especialmente para ti como cuando eras pequeña...

2 comentarios:

Any_Porter dijo...

Una bonita historia... Y un maravilloso sueño. Quién me diese a mí un ático, aunqie yo le plantaría rosas... ^^

Mini dijo...

Ains, que estoy sensible, no puedes publicar estas cosas... T_T