Confesionario Digital

sábado, 22 de diciembre de 2012

Levantarse con las manos ancladas al suelo III

Voy corriendo descalza de un lado a otro de la habitación, el tiempo se me ha pegado a los talones. Sebas debe de estar a punto de llegar y no encuentro los zapatos, quizá estén aquí.


- ¡MIERDA! - la media se me ha enganchado contra el galán de noche, seguramente se había astillado alguna de las veces en que se me había caído al suelo- ¡MIERDA!
- ¿Ya te has hecho una carrera, verdad?
- Si.. - Veo como se asoma por la puerta de la cocina con un trapo en sus manos -
- Eres un desastre, siempre te pasa lo mismo. Menos mal que te conozco y he comprado dos pares más, están en el último cajón de la cómoda.
- Que haría yo sin ti...
- Pues te irías a la presentación con una bonita y... - veo como me mira y sonríe – llamativa carrera.
- Lo sé , soy un pato.
- Lo eres, no lo vamos a negar.
- Gracias... - y veo como se acerca a mi, despacio y deja un dulce beso en mis labios al que sólo puedo responder con una sonrisa tonta antes de que retome el rumbo a la cocina -
- Anda, apúrate, o llegarás tarde.
- Sara – se gira para mirarme – te quiero. - y ella, con gesto de burla, me guiña un ojo -


Cuando consigo desenganchar la media, levanto la mirada hacia la puerta y no hay nadie, los ojos se me empiezan a cristalizar, me he quedado totalmente inmóvil, aún no me he acostumbrado a que no aparezca por la puerta solucionando cada uno de mis problemas, y ahora, no sé que hacer. Mi móvil suena, a mi cabeza viene un nombre: Nora.


- Nora... - le digo con la voz totalmente ahogada por mis ganas de llorar. 
- ¡Ey! ¿Que sucede? 
- Me he hecho una carrera en la media y no tengo otras. 
- No te preocupes, ayer compré unas por si acaso, te las acerco ahora mismo a casa, estate tranquila, ¿vale? 
- Gracias...



Oigo el pitido del teléfono: ha colgado. Sonrío. Aún con los ojos llenos de lágrimas, sonrío. ¡Vaya manía tiene de no decir nunca "hasta luego"!

jueves, 20 de diciembre de 2012

Levantarse con las manos ancladas al suelo II

Me levanto como puedo, debería darme una buena ducha, estoy hecha un asco, pero antes, me tomaré un café a ver si me despejo. Camino dirección a la cocina, paso por el gran ventanal que hay en medio del pasillo, veo el mar. Si, recuerdo que elegí esta casa precisamente por esto, cada mañana pasaría por aquí delante y vería el mar. Mi mar. El sol resplandece como hace días que no lo hacía y veo unos cuántos barcos de recreo que han salido a disfrutarlo. Y una sensación quizá aún más conocida se posa en mi vientre, es fuerte, decidida, cálida... muy cálida. Pero esa sensación sólo dura unos instantes en los que mi mente me ha transportado inconscientemente a otro día cualquiera, en el mismo lugar, a la misma hora. Suspiro.


¡Auch!


- Vaya, Nora tiene razón, ese sofá es matador. Quizá sea hora de cambiarlo.
 

Entro en la cocina y cojo la cafetera, está dura, no hay quién la abra, vale, está bien, me quito de la cabeza la idea de hacerme un café y me voy a la ducha, ya bajaré al bar de enfrente a desayunar.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Levantarse con las manos ancladas al suelo...

Abro los ojos a duras penas, mi móvil suena, ¿Qué hora será?, intento buscarlo entre los pliegues del sofá, ha debido de caerse cuándo me quedé dormida. Encuentro el móvil; Nora.

- Hola.

- ¿Te has vuelto a quedar dormida en el sofá, verdad?

- Si...

- Deberías de relajar un poco con el trabajo y dormir en una cama, ese sofá es matador.

- No puedo, mañana es la presentación y tiene que estar todo perfecto.

- Sabes que está todo perfecto.

- Prefiero asegurarme..

- No puedo contigo... ¿Te veré esta noche?

- Esta noche mejor no, te haré caso e intentaré dormir en mi cama.

- Está bien. Te veo mañana en la presentación, intenta descansar...

- Lo intentaré, gracias.

Oigo el pitido del teléfono; ha colgado. Suspiro.

- Nora...

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sin despertar...

 

De buena mañana: ¡¡¡Albaaa!!! ¡¡Que me tienes que llevar al colegio!! Y yo abro un ojo y pienso... ¿Desde cuándo tengo un hijo?. - Ya voy, enano. Y es que intento sacar el brazo de debajo de las sábanas... pero es que está el tema helado. Me pongo panza para arriba, cierro los ojos y suspiro; que fácil es todo cuándo estoy contigo. Que fácil es quitar el brazo de las sábanas, por muy frío que esté fuera, para simplemente recorrer tu espalda con mi mano mientras estás sentada en la cama vistiéndote. Recuerdo perfectamente la primera vez que vi tu espalda desde esa posición y mi mano, como si fuese un ser totalmente ajeno al resto de mi cuerpo, actuó libremente para posarse en ella y recorrer esa cruz... esa cruz... y es que es una total perdición. En este mismo instante, sin ni siquiera tenerlo que pensar, tengo la sensación del calor de tu cuerpo en mi mano, sin un atisbo de una superficie que no aporta nada, como si mi mano no hubiese recorrido jamás otra superficie que no fuese con tu temperatura exacta. ¿Como es posible que no pueda recordar otra temperatura de cuerpo que no sea la tuya?. Y es que mi cabeza no lo necesita, le llega con saber la tuya. Este tipo de sensaciones las tengo todos los días, en la más mínima de las cosas cotidianas que hago. Entro en el coche, lo enciendo, quito el freno de mano, pongo la marcha y arranco; y en mi mano vuelvo a sentir tu calidez y es que me falta tu mano sobre la mía en el cambio de marchas. Saco a los perros y hace muchísimo frío estos días, me meto las manos en los bolsillos y vuelvo a sentirla; y es que me falta tu mano dentro del bolsillo de mi cazadora... junto a la mía. Es curioso, como he dicho, ¿cómo puedo no recordar muchísimas cosas? No consigo recordar una mirada que no sea la tuya, por no hablar ya de la primera vez que tu mirada se posó en mi; una temperatura que no sea la tuya, un olor que no sea el tuyo, un gesto que no hubiese sido tuyo, una noche que no hubiese sido tuya, una caricia, un abrazo, un beso, un sueño... eso es... ahí lo tengo... tienes que ser un sueño del que de un momento a otro me tendré que despertar, y es que algo tan bueno no puede ser verdad, no, no puede. ¿Pero sabes que? que me quedaré soñando todo el tiempo que un por ahora me lo permita.